Es una atalaya de la historia, ecos musulmanes que se asoman a la inmensidad de los llanos de Cáceres y a los campos adehesados que inundan toda la provincia.
La Villa de Montánchez se levanta en un punto de encuentro de dos grandes formaciones montañosas, la Sierra de San Pedro y Las Villuercas dando forma a un corredor ecológico de excepcional valor, un patrimonio natural que se convierte en un importante y atractivo destino turístico para los amantes de los grandes espacios abiertos.
Desde los miradores del Castillo la villa de Montánchez se abre como un pequeño belén de casas blancas y tejados rojos, una bonita foto que nos invita a conocer la población.
Es la Plaza Mayor la que se ofrece a repartir nuestra visita por el entramado urbano dónde se reparte un puñado de iglesias y ermitas, de llamativos grupos de cruces que históricamente servían cómo puntos de encuentro para la población.
Pero quizás uno de los patrimonios más importantes de la Villa es sin duda su gastronomía y la Marca Jamón de Montánchez. Un merecido título avalado por la propia historia y una La tradición jamonera que se pierde en el tiempo.
Es el privilegiado enclave geográfico, la altitud y los vientos fríos del invierno los que convierten a la población en un secadero natural. Unas condiciones idóneas para el secado y curado, donde un buen puñado de empresas se afanan por cuidar y mimar unos de los mejores Jamones Ibéricos.
Son las Jornadas Gastronómicas del Cerdo Ibérico, las que apoyan la cultura del Ibérico, una serie de eventos donde el viajero podrá disfrutar del sabor único del Jamón de Montánchez.