Tierras de Badajoz

Encinares del sur

Es la extensa geografía de la provincia de Badajoz, cientos de kilómetros  de rutas a través de un puñado de comarcas que se abren al viajero ofreciendo un amplio catalogo de actividades, experiencias y conocimiento.

Son paisajes de fronteras los que acompañan el caminar del rio Guadiana, al  escenario de la historia de la Alcazaba Almohade de Badajoz y al  entramado medieval de la ciudad de Olivenza donde suenan los ecos de una arquitectura manuelina y los aires lusitanos.

Es el gran teatro de las mil batallas de la Fortaleza templaria de Jerez de los caballeros, del rosario de castillos que se levantan a la sombra de la  Sierra de Tentudía, de Fregenal de la Sierra, Montemolín, Segura de León, Alconchel y el Conventual Fortificado de Calera de León.

Un paisaje que también se abre por la Tierra de Barros, un horizonte de vides y olivos, de aromas de almazara y tiempos de vendimia. Una tierra de sol y cielos azules, de pueblos blancos, de cal y jazmines, una tierra serena por donde camina la vía romana de la plata , un camino de la historia que ha dejado profundas huellas en las ciudades de Zafra, Calzadilla de los Barros,  Fuente de Cantos, y Monesterio.

Para los amantes de la naturaleza y los grandes espacios abiertos, la provincia de Badajoz atesora un reguero de destinos como el gran Lago de Alqueva, la Sierra Grande de Hornachos, la Mina de la Jayona o las Cuevas de Fuente de León.  Espacios únicos y privilegiados que se pierden en la inmensidad de la dehesa y  el bosque mediterráneo de la Sierra Morena que se abraza a las comarcas de Tentudía y la Campiña Sur.

Pero también es un viaje de sabores y sensaciones, de adentrarse por una gastronómica que ha sido durante siglos un ir y venir de guisos y recetas, de usos y costumbre. Una cocina aliñada con los ecos de la historia y raíces del medievo, una cocina de fusión donde se dan cita las cocinas alentejanas y los aires de la dehesa, la verdadera despensa de estas tierras donde crece y vive el Cochino Ibérico. 

Cochino y dehesa son dos términos que en estas tierras del sur caminan de la mano, pegados al paisaje a la misma historia de los pueblos y a la vida diaria de miles de personas que hacen de la cria del cerdo ibérico y su posterior transformación un modo de vida.

Son los alcornocales de Jerez de los Caballeros, de Fuentes de León, las encinas de la Sierra de Tentudía y de la Campiña Sur  las que atesonran y conservan la verdadera pureza de este animal totémico, especie única y superior, maravilla genética que ha sabido  sobrevivir en un escenario ideal obrando el  milagro de transformar los pastos y bellotas de la que se alimenta en uno de los productos más sanos y exquisitos de la despensa española.

Para el viajero que quiera sentir los placeres del Jamón Ibérico puro de bellota, saborear también los vinos, imprescindible compañero de las comarcas vitivinícola de Matanegra y  Tierra de barros estos son los caminos que debe buscar.  Un horizonte de infinita naturaleza donde perder la mirada, calles de pueblos blancos, plazas enrolladas donde descansar, donde conservar con las gentes del lugar, y donde sentir el calor de una tierra abierta y generosa.

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Viaje de conocimiento y costumbres

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